Una tarde de sábado perfecta
- 15 sept
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El momento perfecto. Episodio 1.
Todo comienza, como es usual, con un reto, con una competencia que exigía más de lo común. Este es un grupo de jóvenes mujeres de muy distintas personalidades, estratos sociales y objetivos en su vida, incluso de diferentes edades dentro de un rango de 10 años. Y este grupo de jóvenes confiaban en ellas mismas, entre ellas, y en quienes las ayudaban a dirigirlas como un equipo.

Habían llegado por fin a la semifinal de un torneo importante y estaban en casa. Jugaban como locales, pero frente a ellas había un equipo fuerte, con jugadoras habilidosas y una estrategia totalmente opuesta a la de ellas, quienes preferían un juego en equipo y la participación de básicamente todas y cada una de sus integrantes, ya sea a la ofensiva o a la defensiva; mientras que el equipo contrario prefería dejar toda la responsabilidad en un par de jugadoras.
De antemano quiero decirte que, pese a los esfuerzos que los medios de comunicación y las narrativas propias y ajenas del deporte hacen, pienso que en una competición de alto rendimiento —una competición organizada— no hay finales felices o tristes. Incluso he llegado a pensar que intentar organizar la experiencia deportiva en feliz o no feliz, bueno o malo, es uno de los principales errores que se cometen.
Todo esto para decirte que esta no es una historia con un final feliz, y quizá algunos puedan considerar que es un final triste o decepcionante. Pero esta es la idea del momento perfecto, una idea que se ha asociado con un resultado o con una fotografía después de la competencia. Pero el momento perfecto en el deporte de alto rendimiento, y pienso que también amateur, tiene mucho más que ver con esos momentos que no se pueden apreciar como tal, pues suelen ser momentos en movimiento; es decir, momentos que pasan mientras competimos y que, como el presente, cuando nos damos cuenta o queremos darnos cuenta de ellos, han pasado.
Lo mejor que podemos hacer con el momento perfecto es tratar de narrarlo después, porque incluso las fotografías o crónicas deportivas, que intentan capturar estos momentos, no logran hacerlo del todo, pues el momento perfecto es personal, íntimo y casi imperceptible. El momento perfecto le sucede a cada deportista en un tiempo determinado y específico, pero usualmente impredecible.
Este grupo de jóvenes, todas diferentes entre sí, habían llegado hasta ese momento de la temporada con una idea clara: la idea era que cada una sería responsable de lo que le tocaba y dejaría ser a su otra compañera. Este simple principio de "vive y deja vivir" les había permitido disfrutar del juego y estar a un paso de una final que les habría parecido imposible de lograr seis meses atrás cuando empezó su temporada. Pero allí estaban, listas para jugar. Y jugaron, y compitieron, y tomaron buenas decisiones y otras malas, y cada una de ellas se hizo responsable de sus acciones.

Yo tuve el privilegio de entrenar a ese equipo. Y aquella tarde de sábado en el campo principal de aquella facultad universitaria grité, reí, imaginé, pensé, hablé, durante todo el partido con una emoción contenida, una emoción que sentía se desbordaba. Recuerdo con precisión el rostro de las jugadoras del equipo contrario, sorprendidas por la precisión e intensidad de nuestro equipo. Y recuerdo que en una jugada ellas deciden tomar un riesgo y nosotras estamos listas, y fallamos, quienes damos la oportunidad de no solo alcanzarnos en el marcador, sino a la postre superarnos ampliamente para terminar un partido totalmente contrastante en el que al medio tiempo ganamos 26 a 6 y terminamos 32-20, perdiendo.
Pero recuerdo aquella jugada. La vi en primera fila a un costado, a unos metros, con toda la precisión que se puede ver. Y recuerdo esa emoción saliendo de mi cuerpo mientras daba un salto, porque por un momento vi la mano de la jugadora de mi equipo quitando la cinta a la jugadora del otro equipo y en ese momento no pude pensar que se resbalaría la cinta y lograría avanzar y continuar hasta la zona de anotación. Yo sabía que de haberles detenido, el juego estaría completamente de nuestro lado. En ese momento aún ganábamos, pero necesitábamos ese extra de ánimo y necesitábamos que ellos se dieran cuenta de que no podían contra nosotras.
Recientemente se jugó el Abierto de tenis de mujeres y la campeona dijo en una entrevista posterior que la celebración más importante para ella, además de la que tuvo con su equipo, pues consideraba que aquel era un triunfo y un trofeo de todos, había sido la celebración interna, la celebración que ella tuvo en su mente, en su cuerpo, una simple y sencilla sensación de satisfacción personal.
la celebración interna, la celebración que ella tuvo en su mente, en su cuerpo, una simple y sencilla sensación de satisfacción personal.
Cuando aquella tarde salimos del campo me encontré con mi padre y estaba tranquilo, como yo, porque aunque los dos sabíamos que pudimos haber ganado el juego, los dos sentimos aquella satisfacción personal. Él de mirarme disfrutar lo que ambos amábamos, el deporte que nos unió durante muchos años, y yo de haber disfrutado cada instante de aquel juego.
Después de aquella temporada nunca más volví a ver a aquel equipo junto. No volví a hablar con ellas en lo que va de mi vida. Pasaron ya poco menos de quince años, y me pregunto si ellas habrán vivido en aquel juego ese momento perfecto, ese momento que no tiene que ver con ganar o perder, sino que tiene que ver con haber cumplido tus objetivos y haberlos cumplido de la manera que te lo habías propuesto.
El momento perfecto puede ser un salto, un peso específico en el brazo antes de golpear una pelota, puede aparecer en cualquier momento y hay que estar presente para saber reconocerlo. ¿Cuál ha sido tu momento perfecto? ¿Has tenido más de uno?
En el próximo episodio de "El momento perfecto" reflexionaremos sobre por qué preferimos ganar y hacer de la victoria nuestro único objetivo.




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